EL LUCRATIVO NEGOCIO DE LITIGAR CONTRA EL ESTADO: CARLOS TELLELDÍN QUIERE COBRARLE 3 MILLONES DE DÓLARES
Por Ignacio Montes de Oca
Carlos Telleldín quiere pasar de
cómplice del mayor ataque terrorista de la historia argentina a víctima del
Estado argentino. Y esa metamorfosis puede costarnos tres millones de
dólares de nuestros impuestos. Es otro capítulo más del gran sueño argentino,
que consiste básicamente en engordar los bolsillos prendiéndose, otra vez, a la
inmensa e inagotable teta del Estado alegando haber sido afectados por la
acción de uno o más funcionarios. De ese mismo plan participan una docena de
personas que también buscan convertir en un negocio mucho más grandes, de 20
millones de dólares, las irregularidades en torno a la investigación del
atentado a la AMIA.
Carlos Telleldín se hizo tristemente
famoso cuando fue detenido como proveedor de la Traffic usada para volar la
sede central de la entidad comunitaria judía AMIA y acabar con la vida de 85
personas en la mañana del 18 de julio de 1994. Hasta ese momento se dedicaba al
negocio marginal de conseguir autos robados para adulterar sus papeles y
venderlos como coches “mellizos”. Antes de eso, tuvo un lavadero de coches, un
videoclub y un prostíbulo, pero dejó esos negocios para dedicarse de lleno al
más lucrativo rubro del doblado de autos. Y en ese trámite, los policías que
toleraban sus delitos a cambio de contribuciones regulares, terminaron por
traicionarlo e inventarle una causa para que les entregara algunos vehículos
como fianza informal.
Uno de esos autos fue la Traffic y le
fue reclamada por el comisario Juan José Ribelli. Desde el día 10 de julio
hasta la fecha del atentado, la camioneta desapareció del radar y no se sabe
con certeza donde fue cargada con explosivos y quienes la llevaron hasta el
lugar del ataque.
Cuando la justicia descubrió el motor
de la Traffic bomba entre los escombros de la AMIA, no tardó en detener a
Telleldín y a los policías que lo extorsionaron. Pasó poco tiempo antes de que
comenzara a sospecharse de la participación del gobierno iraní en la
maniobra.
El problema es que apenas empezó a
investigarse el ataque, se inició también una intensa intervención del gobierno
de Carlos Menem y sus soldados de la Secretaria de Inteligencia del Estado para
arruinar la pesquisa. Y también de los policías bonaerenses, que plantaron
testigos y pistas falsos al mismo ritmo que los hombres del servicio secreto
estatal.

El asunto saltó a la prensa y se desató
el escándalo. Llegó un momento en que tantas interferencias de políticos,
espías, testigos falsos y funcionarios infieles, terminó por convertir la causa
en un asunto indescifrable. Todo condujo a la anulación del proceso contra los
policías por parte del Tribunal Oral Federal N° 3 en septiembre de 2004. La
Corte Suprema de Justicia terminó por intervenir en agosto de 2005 y ordenó
revisar las actuaciones judiciales y con ello todas las pruebas contra policías
y gran parte de lo que se había indagado sobre la participación persa en el
ataque.
Telleldín, que mientras estuvo en la
cárcel se dedicó a estudiar derecho y se convirtió en abogado, vio la
oportunidad y se apuró a meter una demanda contra el estado argentino, pidiendo
unos 40 millones de pesos como compensación por haber sido “ilegítimamente
preso”. La causa lleva la carátula “Telleldín Carlos Alberto c. Estado Nacional
PJN S/Daños y perjuicios” y fue presentada en marzo de 2008. El reclamo se
hace contra el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y se tramita en el
Juzgado Nacional en Primera Instancia N° 7.
En la demanda de Telleldín, hay algunos
elementos en extremo interesantes. El primero, es la cita a un decreto del
presidente Néstor Kirchner, el 812/2007, que en su opinión lo habilita a
considerarse una víctima más del atentado.
En efecto, Telleldín cita esa decisión
política del ex presidente, quien en 2005 decidió reconocer la culpa del Estado
argentino por no haber tomado las medidas necesarias para evitar el atentado y
haber omitido alertas sobre la posibilidad de un nuevo ataque tras la voladura
de la embajada de Israel el 17 de marzo de 1992. También, la culpa por las
interferencias del anterior gobierno peronista de Carlos Menem en la causa
AMIA. El decreto fue gestionado por el Centro de Estudios Legales y Sociales a
pedido de Memoria Activa, una de las entidades que representa a los familiares
de víctimas del atentado a la AMIA y que históricamente ha actuado como aliado
del kirchnerismo.
Telleldín vio la oportunidad que le
daba la admisión de culpabilidad y se aferró a ella para ahorrar camino en la
demostración de la responsabilidad del Ejecutivo en los atentados. Luego, sus
defensores elaboraron la justificación de su reclamo. Para Telleldín, el estado
le arruinó un futuro venturoso al haberlo detenido por sus manejos con autos
mellizos y sospechar de su participación en el atentado a la mutual judía. Dice
el escrito respecto a la salud financiera del ex detenido “…la ganancia de la que ha sido privado el
damnificado constituye el lucro cesante (…) ha sufrido a todas luces la referida
disminución patrimonial, ya que previo a su detención el mismo desarrollaba una
actividad económica importante y muy intensa, la cual le redituaba altas
ganancias y que le permitían vivir cómodamente”.
Los mismos abogados afirman que su
representado “ha sufrido los embates del
Estado a través del Poder Judicial sin respeto a sus garantías constitucionales”
y que durante el proceso judicial “fue
sobornado y coaccionado, tal como dijo el tribunal, a efectos de que vinculase
a otros al proceso, todo ello en pos de una supuesta pista terrorista local”.
Traducido al idioma del llano, se hace referencia a los 400.000 dólares que se
le pagó para que confesara su relación con un grupo de policías bonaerenses,
asunto en el que intervino la Secretaria de Inteligencia de Estado, el juez de
la causa y su abogado en aquello días, Víctor Stinfale.
Más adelante, se lee “…por lo antedicho, surge la reparación que
el Sr. Telleldín se merece al ser una víctima a lo que el decreto 812/2005
contempla”. Se refiere al gesto político del ex presidente Néstor Kirchner,
que en su abundancia política por acercarse a las víctimas de la AMIA y asumir
la culpa estatal, dejó abierto el recurso judicial para que florecieran los
pedidos de reparación económica de particulares e instituciones por las
consecuencias del atentado, con independencia de su rol en él. Ahora bien, una
vez planteada la decisión de reclamarle dinero al Estado, le sigue la parte en
la que Telledín justifica su pedido y cuantifica el lucro cesante y el daño
civil que en su opinión sufrió por haber sido detenido en el marco de la causa
AMIA.

No dice cuánto dinero le redituó entre
1992 y 1994 un lavadero de autos en la localidad de Olivos ni un negocio de
construcciones que afirma haber manejado entre 1991 y 1993 en la localidad de
San Isidro. Solo explica que las unidades vendidas eran dos triplex de 200
metros cuadrados de superficie y que fueron comercializados por las
inmobiliarias “Saleme” y “Carles”.

Tampoco se menciona el manejo de un
prostíbulo que consta en la causa AMIA y en el cual solía cruzarse con alguno
de los policías que fueron detenidos en ese proceso judicial. Como sea,
Telleldín dice que dado que su vida venía bien y el estado argentino arruinó
sus planes de crecimiento personal y económico, debe pagar por el daño
provocado. Es más, en el escrito se hace mención al “daño moral” sufrido por el
demandante, entendiendo que ese perjuicio provocó “el padecimiento sufrido por el Sr. Telleldin, es decir el dolor, la
angustia, la tristeza, la pérdida del deseo de vivir se encuentran ahora
instalados en él como una marca indeleble,
que sin dudas permanecerá hasta el fin de sus días”.
Luego habla de un lucro cesante que es
lo que dejó de percibir por haber estado preso y del “daño psicológico”
recibido, una afirmación en extremo compleja y de difícil comprobación. Ahora
bien ¿Cuánto vale tanto dolor de Carlos Telleldín? La liquidación aparece en la
foja 66 y enumera: Por daño moral: $20.000.000 Lucro cesante y daño emergente:
$ 5.000.000 Daño psicológico: $15.000.000 Total: $40.000.000 Cuarenta millones
de pesos es lo que considera Carlos Telleldín que vale su paso por la
prisión.
Pero esa cifra es la que fue presentada
al momento de la demanda y que debe ser adecuada a valores actuales para
hacerse una idea de cuánto podría recibir en caso de ganar la demanda. Si se
actualiza esa cifra por el valor acumulado de la tasa activa del Banco Nación,
llegamos a la suma de $130.406.120, que traducido a dólares da la muy elegante
cantidad de 3 millones de dólares. Ese monto es estimativo y conservador, dado
que es más correcto hacer un cálculo usando la tasa activa del Banco Nación y
luego considerar las costas y honorarios para saber cuánto pagaría el Estado en
caso que la demanda de Telleldín obtenga un fallo favorable.
El problema es entonces saber que
necesita Telleldín para lograr su objetivo. Lo primero que debe hacer es zafar
del juicio que se le sigue por los delitos que le fueron imputados en el marco
de la investigación original del atentado a la AMIA. Si bien la Corte Suprema
anuló lo actuado en la investigación a los policías, ordenó seguir adelante en
el proceso contra Telleldín para investigar todos los ilícitos cometidos en
torno a la manipulación de la camioneta bomba usada en el ataque.
Las perspectivas en torno a ese juicio
son imprecisas. Las interferencias políticas en el proceso original fueron lo
suficientemente fuertes como para dudar si se avanzará en el esclarecimiento.
El segundo factor del cual depende esa causa es otro proceso judicial que se
está llevando adelante para establecer si hubo encubrimiento en la
investigación del atentado.
El punto que más interesa a la defensa
de Telleldín es terminar de romper la tarea que en su momento hicieron de los
ex fiscales de la causa, Eamon Mullen, José Barbaccia y Alberto Nisman para
probar que hubo una conjura policial y que Telleldín proveyó del arma homicida.
Dado que la Corte Suprema anuló las actuaciones contra los policías, solo queda
la prueba original de los fiscales de la primera causa AMIA como base para
acusar a Telleldín de haber sido acusado de cometer un delito tan grave como es
el ser cómplice en un ataque terrorista. Si los defensores logran demostrar que
hubo impericia o ensañamiento contra Telleldín por parte de los ex fiscales,
estarán a un paso de poder demostrar que se trató de la víctima de una conjura
y pasar por caja para cobrar los más de tres millones de dólares.
Cuentan para ello con la ayuda de los
abogados defensores de los ex policías interesados en un sobreseimiento
definitivo, el apoyo de los ex funcionarios kirchneristas y de miembros de
Justicia Legítima liderados por la ex procuradora Alejandra Gils Carbó que
actúan dentro la justicia y el respaldo de las querellas de familiares
asociadas con esa corriente política. El objetivo de destruir la pista que
conduce a la responsabilidad iraní.
Esa actitud tiene sustento en la idea
de hacer zafar a sus líderes políticos de la acusación de haber firmado un
pacto con los persas para proveerles de impunidad en el ataque. Para unos es
dinero, para todos es la posibilidad de salir libres de culpa y cargo. Y todos
ellos saben que en los estrados se juegan las últimas fichas para lograr
destruir las pistas que podrían conducir a saber quiénes estuvieron detrás del
estallido en la mutual judía.
Pero Telleldín no es el único
interesado en prenderse a la teta estatal alegando ser víctima de una detención
ilegal. En total, hay una docena de causas similares que tienen por denominador
común el atentado a la AMIA. Algunos le piden un resarcimiento Estado a través
de demandas contra el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, otros
presentaron reclamos civiles contra ex funcionarios, y otros demandaron a una
mezcla de ambos.

También el ex comisario Juan José
Ribelli inició una demanda y es posible que se sumen otros a reclamarle al
Estado, si en el juicio por encubrimiento se dictamina que hubo actitudes
deshonestas de funcionarios que afectaron a terceros. Una proyección optimista
del total de demandas indica que de prosperar una de ellas y arrastrar al resto
a un resultado positivo, el Estado debería pagar no menos de 20 millones
de dólares en indemnizaciones. La industria del juicio tendría así uno de
sus mayores logros y podría demostrar que incluso la peor tragedia terrorista
de la historia argentina puede resultar en una plataforma útil para
succionar recursos públicos,
Telleldín cruza los dedos y espera un
golpe de suerte. No es que esté pasando un momento de estrechez económica. Tras
recibirse de abogado inició una exitosa carrera como abogado penalista y en las
redes sociales suele jactarse de haber conseguido una posición de holgura y, en
ciertos momentos, una vida con lujos evidentes.
Si gana el juicio y recibe todo o una
parte de lo que reclama, obtendrá una recompensa doble. Por un lado, la obvia
ganancia económica que la justicia dirá si le corresponde por derecho. La otra
ganancia, será el ser reconocido como daño colateral de un atentado que causó
inmenso dolor y que fuera provocado por un grupo terrorista que recibió una
camioneta de quien resultaría finalmente tratado como víctima. Hay que
reconocerle cierta coherencia perversa a todo este asunto.
Como en el negocio de los autos
mellizos, se sigue un mismo patrón. Se tomó un mismo modelo que se sospecha
proveyó de un auto para cometer el más tremendo ataque terrorista de la
historia argentina y se creó un mellizo, que pasó a ser vendido como víctima de
un estado culposo. El modelo mellizo, se cotiza en 3 millones de dólares.
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