Cartas de amor de Bruffau a los Eskenazi: el emirato petrolero de Repsol – YPF
Son cuatro
cartas de puro amor empresario. Revelan un romance que además fue un gran
negocio para la familia Eskenazi, el grupo empresario que el kirchnerismo
colocó dentro del directorio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, para
convivir como socio minoritario de la empresa petrolera Repsol. Estas cartas fueron
escritas – de puño y letra la mayoría de ellas – entre 2009 y 2011 por el
presidente de Repsol y al mismo tiempo de YPF, Antonio Brufau. En ellas se describe el modo en que se otorgaban
millones de dólares a miembros de la familia Eskenazi mientras la compañía comenzaba a sufrir una situación financiera cada vez más asfixiante.
Las cartas
a las que accedió INFO – Periodismo Privado, muestran cómo se entregaron cerca
de diez millones de dólares de la empresa sin cumplirse los requisitos
formales e inclusive incumpliendo con lo autorizado por los accionistas de la petrolera en las asambleas anuales. Como si se tratase de un emir de una corte de Oriente Medio, el
presidente de Repsol repartía a un grupo de elegidos dinero a su antojo usando
las utilidades de YPF como si fuesen propias.
Estimado Enrique
El 5 de
mayo de 2010, Antonio Brufau le escribió de puño y letra y sobre una hoja
membretada de YPF, una sentida carta a Enrique Eskenazi, cabeza del clan. Comenzaba
con un “Estimado Enrique” y luego se
desgranaba en una extensa lista de elogios por su entrada en la empresa y las
acciones que había llevado adelante como miembro del directorio. Brufau, que se
encargaba de presentarse “como presidente de Repsol” para que no quedasen dudas
del carácter de la esquela, elogiaba en particular “esta actitud vital, desde tu experiencia de toda una vida empresarial”
que en otra parte del escrito extiende al esfuerzo “de toda la familia
Eskenazi”.
Tanta
dulzura, sin embargo, tenía un costado mucho más terrenal. En el siguiente
párrafo, le dice a su socio “A veces es
difícil encontrar fórmulas de agradecimiento que represente lo que uno quiere
expresar, pero me parece que, ya que nos movemos en un mundo empresarial, lo
mejor es actuar como tales…”. Acto seguido, el presidente de Repsol dirigió
su mano al bolsillo de la compañía – de YPF, no el de Repsol - y le oficializó un
modesto presente. En el texto, se lee “…es
decir, como tales, pedirte que aceptes una expresión de este reconocimiento a
través de un complemento a tus ingresos de 1.000.000 US$ para el ejercicio 2009”.
Y para no traerle problemas a Enrique Eskenazi con complicadas cuentas
impositivas, una llamada al margen aclaraba “Dicho
importe será neto de impuestos”.
La carta
del millón de dólares termina con la firma de Brufau y la fecha “5/3/10”.
Estimado Sebastián
La
siguiente carta de Brufau está dirigida al gerente general de YPF, Sebastián
Eskenazi, hijo del patriarca del grupo. Fue redactada el mismo día que la
anterior y también en hoja membretada de la compañía YPF.
Esta vez
Brufau no pierde mucho tiempo en elogios y va directo al grano. En el segundo
párrafo, se menciona una carta del 23/4/09 en el que se hace referencia a un
bono variable de US$ 800.000 vinculado al cumplimiento de objetivos de “resultados, costos, finanzas y liderazgo
(SIC) relaciones entre YPF y Repsol”. El presidente de la petrolera
española explica entonces que “…he
consultado con todos los miembros del Comité de Dirección de Repsol” (N del
A: prestar atención al detalle) que más
contacto tienen contigo, he analizado el año desde una perspectiva global –
mundo – y particular de Argentina, y puedo decir que no podemos estar mejor
representados en YPF”. Un momento. Eskenazi entró como socio de Repsol
dentro de YPF y por lo tanto era parte de una empresa separada de la compañía
española. Seguramente se trató de un error de Brufau, que confundió a quienes representaban
sus intereses con los que lo hacían con los de sus socios minoritarios, es
decir el grupo Eskenazi. Y lo mismo le debe haber pasado al Comité de Dirección
de Repsol, que opinó sobre un bono que debía ser decidido por sus pares de YPF.
El caso es
que Brufau estaba ese día de un inmenso buen humor y volvió a poner la mano en
el bolsillo de YPF para sacarla atiborrada de divisas. Esta vez, el regalo es
un poco más ostentoso. Según le explica a Sebastián Eskenazi “la retribución variable total para el ejercicio
2009 será de 2.800.000 US$”. Nuevamente, una llamada al margen indica que
esa cifra quedará limpia para el beneficiario: “Dicho monto cancela los 800.0000 brutos anuales (máximo de retribución
según carta del 23/4/09) y 800.000 US$ neto después de impuestos”. En otras
palabras, casi le cuadruplicó el bono y de paso le ahorró el adicional en
impuestos.
Estimado Matías
La tercera
carta manuscrita de Brufau está dirigida a Matias Eskenazi director adjunto de
YPF y hermano de Sebastián. Otra vez, el papel membretado sirve de alfombra
para desparramar una cantidad de elogios por el desempeño del destinatario. Y
luego, se expresa la “satisfacción que
tanto yo mismo, como Sebastián (Eskenazi), Antonio Gomes y el Comité de
Dirección de Repsol YPF tienen sobre el resultado de tu dedicación a nuestra
casa”. En particular, le explica que valoran “el resultado en todo el área del gas para conseguir mayor
transparencia, mejores precios y un entorno legal más favorable”. Debe
recordarse que la carta es contemporánea con el inicio de las compras de gas al
exterior por parte del Estado argentino al agotarse la provisión local que
tenía en YPF un vendedor mayoritario.

Pero Brufau,
ya lanzado a hacer regalos a expensas de YPF, redobla la apuesta y le comunica
además que “tus honorarios como Director
Adjunto al Vicepresidente Ejecutivo para el periodo que va de mayo 2010 a abril
2011 será de 1.650.000 US$”. Es decir que, en apenas dos carillas, el
presidente de Repsol le aseguró a Matías Eskenazi un ingreso anual de algo más
de dos millones y medio de dólares, solo por ser un miembro secundario del
directorio. No hay cartas disponibles que muestren que Brufau regalara a otros
directores de igual rango y con tal discrecionalidad sumas similares de dólares
de las cuentas de la empresa YPF.
Un año mas tarde, nueva carta a Sebastián
El 26 de
abril de 2011, Brufau volvió a escribirle a Sebastián Eskenazi. Esta vez es una
carta impresa con el logo de YPF en la que el presidente de Repsol abre el
texto con un “te comunico por este medio mi valoración global de tu desempeño y
consiguientemente, el efecto sobre tu retribución”.
Ahora, ya
no lo trata como representante de Repsol en el directorio, sino como “primer
accionista”. El nuevo rótulo, no obstante, no disminuye el voltaje de los
elogios. Otra vez, valora positivamente que
“se han seguido produciendo constantes mejoras en la relación con los
sindicatos, el Gobierno Nacional y de las Provincias, lo que ha seguido siendo
una muestra de un excelente compromiso personal”. En esos años, Sebastián Eskenazi
era un habitué del despacho presidencial, en donde Cristina Kirchner recibía
además a los gremialistas peronistas del rubro petrolero y los gobernadores de
las provincias con yacimientos de crudo, que en su inmensa mayoría eran
prósperamente dóciles a su proyecto político.
La eficacia política de Sebastián tuvo una
recompensa terrenal. Al final del segundo párrafo, Brufau le informa que “como labor de un extraordinario valor
societario, reconocido desde el comité de Dirección de Repsol YPF es merecedora
de una gratificación igualmente extraordinaria y excepcional, por única vez
(en realidad era la segunda “única vez” que lo gratificaba en menos de un año) que yo cuantifico en 3.000.000 U$S”.
Otra llamada al margen aclaraba que esa cifra era neta y que YPF debía abonarla
con un adicional que permitiera que la embolsara luego de descontar impuestos.
En el
siguiente párrafo, el hombre fuerte de Repsol le explica a Sebastián Eskenazi
que “Por lo tanto, a la retribución fija
de 1.650.000 US$ y a la variable conforme a objetivos predefinidos en mi carta
del 5-03-2010, debe añadirse esa gratificación extraordinaria y especial de
3.000.000 comentada en el párrafo anterior”.
El
presidente de Repsol, lanzado a repartir el dinero de YPF, usa el último
párrafo para argumentar a favor de otorgar un aumento extraordinario para el
año siguiente; lo dice sin vueltas al informarle que “Para el ejercicio 2011 en curso y atendiendo a las mismas razones de corrección
de honorarios de los Directores, a someter en la Asamblea General, tanto tu
retribución fija como las variables para este año deben incrementarse en un 20%
quedando así establecidas en 1.920.000 US$ y 1.200.000 US$ respectivamente”.
Es decir, un aumento de US$ 270.000 por si la inflación le hubiera comido una
parte del poder de compra del salario en el año anterior.

A esta altura
y en poco menos de dos años, Brufau llevaba entregados por fuera de las previsiones
de las reuniones de asamblea, un total de US$ 9.800.000 en bonificaciones extraordinarias,
que se sumaban a los sueldos de los miembros del directorio que YPF ya había
contemplado en sus actas.
En todos
los casos, Brufau se encargó de dejar constancia que no eran decisiones
solitarias, sino que las había tomado luego de consultar a los accionistas de la empresa y de la petrolera argentina. Como todo viejo lobo de mar, el
generoso empresario con dinero ajeno, sabía que si algo salía mal, podía invocar el conocimiento
de otros miembros del directorio a la hora de recordar sus costumbres de emir
petrolero.

Tampoco se habían
previsto fondos adicionales para directivos en el Acta N° 33 del año anterior,
realizada el 28 de abril de 2009, en donde se preveía un total de 8.414.736
pesos argentinos – es decir US$ 2.255.961,39 como “remuneraciones totales del directorio” que apenas alcanzaba para
cubrir el otro bono de Sebastián y dejaba al resto del directorio sin sueldos
ni gratificaciones extraordinarias. En el resto del documento, tampoco hay una
sola palabra sobre bonos para los Eskenazi.
No es posible encontrarlas tampoco en la posterior Acta N° 35 en la que se aprueban honorarios por 12.833.100
pesos argentinos, lo cual tampoco alcanza para algo más que los sueldos y en
donde vuelven a olvidarse de dejar constancia de los regalos millonarios de
Brufau.
En esos días corría el rumor en la city porteña sobre un acuerdo entre el ex presidente y el jefe del clan, en el que el primero habría puesto la condición que "los dividendos son para mi, los honorarios para tu familia". Aunque es imposible corroborar la versión, apenas entraron a la empresa los Eskenazi consiguieron apoyo para reformar el Estatuto para elevar el número de directores que le correspondían por su representación accionaria y la creación de nuevos cargos ejecutivos que fueron cubiertos por soldados de los Eskenazi.
Podría
argumentarse que se trataba de un modo de compartir las ganancias de la compañía,
pero en ninguna de las asambleas de accionistas se dejó constancia de la conversión de
dividendos en bonos extraordinarios para uno o más miembros de la compañía. Menos
aún, para otros integrantes de menor rango del directorio. De ellos, también se
acordó Brufau en la cuarta carta dirigida a los Eskenazi de Buenos Aires.
Los dos cruzados de los Ezkenazi
En la carta
del 26 de abril de 2011, Brufau autoriza además que se le entreguen un millón
de dólares a Ignacio Morán y otro a Mauro Dacomo. Y en un tratamiento similar
al de los Ezkenazi, en un ademán de generosidad pidió que se les otorgue la
cifra neta, cubriendo a cuenta de YPF la parte de impuestos que corresponde.
Ambos
fueron integrantes de los directorios del grupo de bancos del Grupo Eskenazi,
formado por el Banco de San Juan, del Nuevo Banco de Santa Fe, del Nuevo Banco
de Entre Ríos y del Banco de Santa Cruz, en donde se operó la salida al
exterior de los fondos de la provincia obtenidos por la renta petrolera por 650
millones de dólares. Mientras los fondos se perdían en un entramado de
operaciones de triangulación manejados por la familia Kirchner, Morán era
auditor interno del Banco de Santa Cruz y Dacomo integrante del Consejo de
Dirección.
El 10 de
febrero de 2010, Mauro Dacomo fue nombrado Director de Asuntos Jurídicos de YPF
y se encargó de diseñar la arquitectura legal que permitió que YPF cediera
parte de sus activos a favor de Repsol. También fue responsable de negociar con
sindicatos y gobernadores una convivencia armónica a base de concesiones y
negocios mutuos. Ignacio Moran fue nombrado en la misma fecha en el cargo de CFO
y como tal fue el encargado de manejar el día a día de la empresa. Su gestión coincidió
con la caída financiera de YPF que condujo a su nacionalización y fue
sincrónica con la evaporación de las reservas de crudo de YPF, que se desvanecieron
misteriosamente sin que nadie pudiera explicar hasta el presente su destino.
Dacomo y
Moran aparecen en el acuerdo de venta de acciones de YPF estipulado entre Repsol
YPF y los Ezkenazi el 21 de febrero de 2008 en la capital española. El contrato
fue firmado entre la petrolera española y Petersen Energía Pty LTD con
domicilio en Towers 525 de Collins Ave. Melbourne, Australia, cuya propiedad
pertenece a la familia Eskenazi. A su vez, la compañía australiana controla a
Petersen Energía, poseedora de las acciones de YPF, una compañía que los Eskenazi
crearon en Madrid poco tiempo antes de desembarcar como socios de Brufau.
Mauro
Dacomo e Ignacio Moran aparecen como apoderados de Petersen Pty y luego como
consejeros de Petersen Energía de España. Sin dudas, ambos eran las dos
personas de mayor confianza del clan. Y el emir de Repsol YPF estaba sin dudas al
tanto de esa situación.
Moran se
quedó en YPF hasta la nacionalización de las acciones de YPF, mientras que
Mauro Dacomo se fue de la compañía un poco antes, pero de manera tormentosa. En
2014 inició un juicio laboral contra YPF en reclamo de una suma millonaria como
compensación por su salida. Finalmente, durante la gestión de Galuccio y Kiciloff, se le pagó una indemnización sin sentencia que le permitió
embolsar $ 11.787.541, una suma cercana al millón de dólares que irá a hacer pareja
con aquel que le regaló una década antes el emir de Repsol en un rapto de generosidad.
Posdata: el dinero se fue a EEUU y Suiza

A juzgar
por los regalos que les hizo a los miembros del clan Eskenazi, Brufau no quedó
para nada resentido con el ingreso de los nuevos socios.
Lo extraño
es que aquellos millones que iban a los Eskenazi restaban ganancias a la
empresa YPF y por ende disminuían las utilidades, que eran precisamente la
piedra angular del acuerdo con Repsol. En otras palabras, disminuir las
utilidades restaba dinero a lo que debería recibir de los Eskenazi, que iban a
usar cada porción de ese capital extra para cancelar la deuda con Repsol. Para cubrir esa deuda, en los años siguientes YPF se endeudó por unos US$ 9.000.000.000
La única
posibilidad es que los Eskenazi usaran todo ese dinero para pagarle a Repsol en
el mismo acto en que lo entregaran. Sin embargo, la ruta final del dinero
regalado por Brufau se descubre en la denuncia presentada ante la justicia
argentina por el abogado Ricardo Paz Hererra contra Brufau, al clan Eskenazi, Roberto Baratta y
otros miembros del directorio de YPF - Repsol.
Paz Herrera,
que como accionista minoritario de YPF reclama que los demandados devuelvan el
dinero cobrado ilegítimamente como honorarios - identificó una serie de cuentas
en el exterior hacia donde fluyeron unos 120 millones de pesos del clan
Eskenazi en el periodo en que Brufau tuvo su ataque de generosidad con ellos.
Las cuentas
más activas son las de la sucursal New York del Citibank que llevan los números
9933891571, 9933891555 y 9933891539 a nombre de Enrique, Sebastián y Matías Eskenazi.
La otra ruta conduce a las cuentas SWIFT CRESCHZZ80A N° 0835-976219-4 del
Credit Suisse de Zurich y a la cuenta del Bank of New York Mellon SWIFT IRVTUS3NXXX
N° 8033342099, ambas a nombre de Sebastián Eskenazi.
Al
conocerse la partida del dinero hacia el exterior, se confirma que la sangría de
fondos que digitó Brufau tuvo por destino las cuentas personales de los Eskenazi
y no fueron remitidas a Petersen para cancelar la deuda derivada de la adquisición
de las acciones.
Expresado en palabras más sencillas: no fue un acto
empresarial, sino un regalo personal que los beneficiarios se encargaron de
llevarse a sus cuentas bancarias.
Entonces,
en su rol de emir de Repsol YPF, Brufau benefició a sus socios por razones que aún
no quedan claras, pero probablemente tengan que ver con sus contactos con el régimen
kirchnerista, que tanto había hecho para que se hicieran con una porción de la
empresa sin poner un centavo para lograrlo.
Quizás los
Eskenazi valían por su capacidad para reunirse con la presidente Cristina
Kirchner y distraer al gobierno con buenos modales, mientras los yacimientos de
la compañía se agotaban, sus reservas se vaciaban, la empresa se deshacía de
empresas subsidiarias y operaciones en el exterior y sus cuentas se volvían de
un rojo furioso.
Todo esto
sucedía mientras YPF Repsol colocaba acciones en la Bolsa de New York por unos
2.500 millones de dólares gracias a una estrategia de mostrar reservas
incomprobables, finanzas fantasiosas y girar utilidades por encima del 30% a
los socios contradiciendo las regulaciones de la bolsa norteamericana en donde
cotizaban sus acciones. Esa campaña fue apoyada por una similar del gobierno argentino, que a través de Cristina Kirchner y sus funcionarios corroboraron la solidez financiera de la compañía.
El resto de
la historia es conocida. Una vez que embolsaron lo que recolectaron en la bolsa
norteamericana, los directivos de Repsol YPF sinceraron la situación de la compañía
y declararon que estaban en problemas para gestionarla. La presidente Kirchner
sobreactuó una indignación nacionalista y expropió las acciones de Repsol en
2012. Tan furiosa estaba, que tomó las previsiones para que le pagaran una
compensación por 5.000 millones de dólares a los españoles y aceptó no
investigar lo que habían hecho junto a sus amigos, los Eskenazi.
La
impunidad que disfrutaron los españoles para operar en YPF se extendió al ser
nacionalizada parcialmente. Incluso hoy, el directorio de la petrolera argentina
continúa cumpliendo la orden no escrita de no investigar hacia atrás lo
sucedido en la compañía, aunque el hacerlo pudiera traer consigo la posibilidad
de recuperar una parte del patrimonio perdido en la década anterior, tal como consta en dos denuncias del letrado Herrera Paz contra el actual directorio.
De esa
ausencia de interés por saber que pasó, se alimenta el misterio sobre lo que
sucedió mientras Antonio Brufau era el líder de un emirato en donde algunos
eran regados por una lluvia de dinero mientras la compañía comenzaba a hundirse.
Hay más
cartas de Brufau, en las que se repite el mismo gesto de generosidad con el
dinero de la compañía argentina. En todas ellas, expresa con millones un amor
que pudo haber sido efímero, pero que mientras duró hizo a sus protagonistas muchos
mas ricos que antes.
Continúo publicando gracias a los que me apoyan para seguir haciendo periodismo libre, sin sugerencias de anunciantes y funcionarios
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Right to the bone!
ResponderEliminarGracias Marcos por acompañar el gran informe de Nacho Montes de Oca. Tiene mucho más para contar en próximas notas.
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