¿La Guerra de Malvinas se peleó también en la Argentina continental?

Por Ignacio Montes de Oca 

Desde que terminó la guerra de 1982, un grupo de ex conscriptos que fueron movilizadas durante el conflicto, pero que nunca pisaron Malvinas, reclaman ser considerados como ex combatientes. A ellos, se les oponen quienes dicen que no pusieron sus vidas en riesgo a diferencia de los que lucharon en las islas. Sin embargo, la verdad pareciera estar a mitad de camino entre lo que dicen unos y otros.  







Operación Mikado 
A decir de los propios comandantes ingleses, la efectividad de los pilotos argentinos fue una sorpresa desagradable. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no habían perdido buques de gran porte en combate y en pocos días a partir del inicio de las hostilidades, comenzaron a ver como se iban a pique destructores, fragatas y buques de transporte. Y en el listado de bajas, habían otros buques de por las averías debieron ser retirados de la zona de combate.  


Y a partir del hundimiento del HMS Sheffield el 4 de mayo de 1982, centraron su preocupación en el tándem que formaban los aviones Super Etendard y sus misiles antibuque MM39 Exocet que operaban desde la base de Río Grande. Tal era la inquietud que despertaban, que el alto mando en Londres ordenó una misión secreta para neutralizarlos. Aquello implicaba llevar el conflicto hasta el continente y poner el juego el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Ese acuerdo firmado en 1948 cuando comenzaba la Guerra Fría, obligaba a la defensa cooperativa de las naciones americanas si uno de los firmantes era atacado por una potencia extracontinental. Y si bien se había evadido su aplicación por ser Malvinas un territorio en disputa, llevar la guerra al continente era un riesgo calculado. En particular porque si alguno de los dos portaviones británicos quedaba fuera de servicio, se ponía toda la operación en el Atlántico Sur en riesgo.  


Primero se pensó en un ataque aeronaval, pero los militares desaconsejaron la idea por el riesgo que significaba por una reacción de los cazabombarderos argentinos y los políticos por las implicancias que tendría a nivel diplomático. Ambos coincidieron en que era mejor una operación que pudiera ser enmascarada como un accidente en la base.  


La misión fue encargada a la elite de las fuerzas británicas, el Special Air Service. Los SAS comenzaron a planificar una operación secreta parecida a la que hicieron las fuerzas israelíes en Entebbe, cuando rescataron a los 106 pasajeros de un avión retenidos por palestinos bajo la protección del dictador ugandés Idi Amin Dadda. La idea era aterrizar un avión en la base, destruir los Super Etendard y misiles Exocet que se encontraban en el lugar y matar a los pilotos de esas naves. Para ese fin debían prepararse dos C130 Hércules pintados con los colores e insignias idénticas a las argentinas. Terminada la tarea, se haría detonar el lugar para sembrar la duda sobre un accidente de los que ocurren en un base militar. 

El nombre clave de la operación fue “Mikado” y fue puesta en marcha en los primeros días de mayo. Un grupo del Escuadrón B del regimiento 22 del SAS comenzó a planificar su incursión en las instalaciones del Stirling Lines, en Gales. El brigadier Peter de la Billiere, jefe de los comandos, supervisó personalmente los preparativos.  

Resultado de imagen para operacion mikadoLa otra parte de la planificación ocurrió en Chile. A poco de iniciarse la guerra, el mayor de la SAS Sidney Edwards había viajado a Santiago de Chile. En una reunión con el general Augusto Pinochet, habían acordado los términos de la cooperación entre los dos países para debilitar la posición argentina. Esto incluía el uso de bases de ese país para infiltrar observadores que debían monitorear la actividad de las bases argentinas. Y uno de los puntos de reunión más usados era la base de Punta Arenas, en el otro extremo de la isla de Tierra del Fuego, desde donde se intentó descifrar el esquema de salidas de aviones argentinos que partían a atacar a la flota británica.  

Se estableció que la base de partida sería Widewake, una base norteamericana en la isla de Ascensión que por los convenios militares que unían a ambos países podía ser utilizada también por los británicos. Desde allí, les esperaba un vuelo de 10 horas hasta Tierra del Fuego. Un grupo de aviones cisternas VC 10 Victor se asegurarían de repostarles en vuelo el combustible para que pudiesen regresar a Widewake sin tocar tierra. Existe un pedido secreto de aviones KC135 de Gran Bretaña a la OTAN que data del 7 de mayo de 1982 y que posiblemente haya tenido que ver con la necesidad de reforzar el reaprovisionamiento en vuelo necesario para recorrer los miles de millas que los separaban de su objetivo.
   
El plan en tierra era bastante sencillo. Tres camionetas Land Rover artilladas y cincuenta y cinco comandos bajarían de los aviones. Quince comandos se encargarían de los aviones y otros quince de los misiles alojados en otro pañol. El tercer grupo debía dirigirse a las barracas para “neutralizar” a los pilotos de la 2° escuadrilla de Caza y Ataque Aeronaval. Otros cinco aviones Dagger y un par de aviones Neptune que estaban en la base eran objetivos secundarios. Terminada la tarea y antes de subir a los aviones, debían dejar explosivos en la pista para sembrarla de cráteres y deshabilitarla.  

Pero toda la misión tenía un punto débil y era la instalación de las ayudas para aterrizar en la base. Sin esa asistencia, el avión difícilmente podría llegar a tierra con seguridad. Allí es donde volvió a entrar en escena Chile y un incidente que hasta ahora nunca tuvo explicación razonable.  

Combate en tierra chilena 
Para los británicos, tener la ayuda de Chile era fundamental por varios motivos. Primero, porque desde allí debían partir los comandos que asistirían el aterrizaje de los aviones. Y por otro lado, se preveía que de resultar dañados los aviones de transporte deberían contar con una vía de escape por tierra y de allí que la cercanía con la frontera chilena resultara un factor 
estratégico de enorme importancia. Finalmente Pinochet aprobó el plan el 15 de mayo, pero con la condición que Gran Bretaña asumiera la defensa de Chile ante las consecuencias del plan, incluyendo una posible represalia militar argentina contra Chile.  

Previamente, se había hecho un simulacro de desembarco y recuperación de los comandos desde un submarino clase Onix. Pero la maniobra efectuada en una zona al occidente de las Malvinas casi termina en una catástrofe por las distancias a recorrer en botes, la resaca marina y el clima hostil.  

El mismo 15 de mayo que Pinochet dio el visto bueno, un avión Hércules piloteado por Harold Burgoyne sobrevoló la flota británica. De su parte trasera saltaron nueve comandos del SAS que amerizaron y fueron rescatados por helicópteros del Hermes. Eran los integrantes del equipo encargado de colocar la radiobaliza en la base de Río Grande. Desde el 29 de marzo, dos helicópteros Sea King HC-4V especializados en incursiones furtivas del escuadrón 846 de la Royal Air Force habían sido trasladados al HMS Invencible. Estaba todo listo para lanzar la operación Mikado. 
A las 00:15 horas del 18 de mayo, el Sea King HC-4V matricula ZA290 despegó rumbo a territorio argentino. Su piloto era Richard Hutchings y su copiloto Alan Reginald Courtenay Bennet. Peter Imrie los acompañaba como navegante. 

En la zona de carga se acomodaban los nueve SAS que habían saltado tres días antes sobre la flota. Para evitar los radares y defensas argentinas, la nave hizo un giro muy amplio para entrar a tierra por la zona de bahía San Sebastián y desembarcar la tropa en unas lomadas cercanas al Río Silva. En ese lugar, armaron un campamento a la espera de la orden de avanzar hacia Río Grande. 
En simultáneo, despegaron los dos C130 Hércules desde Ascensión cuyas matriculas eran XV179 y XV200. Pero los británicos habían subestimado nuevamente a los argentinos. Para ese momento, la operación Mikado ya marchaba hacia el fracaso.  

Resultado de imagen para operacion mikadoDe acuerdo a los registros argentinos, el 18 de mayo por la noche el radar del destructor ARA Bocuhard detectó un helicóptero proveniente de Chile. “Hay un pajarito en la cotorra”, gritó el operador en la jerga usada por los marinos. Luego volvió a detectarlo cerca de un paraje llamado Estancia Braun, propiedad de una familia de origen inglés. Un rato más tarde, el eco fue observado cuando volaba en dirección a Punta Arenas. El contacto fue confirmado por el radar de Río Grande y en minutos se desplegó un operativo de seguridad para reforzar el perímetro de la base.  

Los comandos británicos informaron por radio que observaban bengalas y movimientos de tropas argentinas. Desde Santiago de Chile, Sidney Edwards pidió instrucciones a Londres. Los operadores chilenos, informaron que el tráfico de radio argentino indicaba sin lugar a dudas que la incursión había sido descubierta. En cuestión de minutos, llegó la orden de abortar el operativo. Los comandos en tierra recibieron la orden de retirarse hacia Chile y los aviones C130 Hércules disfrazados de aeroplanos argentinos, la de regresar a la base. Lo que siguió a partir de ese momento es objeto de controversias.  

¿Combates en el continente? 
Víctor Randazzo es un subcomisario retirado de la policía que durante la guerra de Malvinas prestaba servicio en el área de inteligencia de esa fuerza. Según cuenta, pocos meses antes de la guerra detectaron a un agente de la DINA chilena que estaba involucrado en el contrabando de sustancias ilegales. A cambio de no ser delatado a sus superiores o ir a parar a un calabozo local, el agente decidió colaborar con sus pares argentinos. Fue ese espía, según lo refiere Randazzo, el que les avisó de una incursión británica en el sur y les proporcionó datos sobre la fecha y ubicación del evento.  

Siempre de acuerdo con el relato del ex subcomisario, una veintena de comandos de la marina argentina se dirigieron a un sitio en territorio chileno denominado Cañada del Ciervo a 23 kilómetros al sur de Punta Arenas, señalado por el informante como uno de los sitios en donde iba a aterrizar un helicóptero británico.  

La emboscada ocurrió el 18 de mayo cuando los comandos argentinos concentraron su fuego sobre dos Sea King que habían aterrizado a pocos metros de la costa con su carga de comandos a bordo. El combate terminó a los pocos minutos cuando los argentinos fueron informados que se aproximaban tropas chilenas desde la base de Punta Arenas.  
La coincidencia con los hechos resulta llamativa. Ese mismo día, el helicóptero HC-4V piloteado por Richard Hutchings informó un incidente en el mismo sitio. De acuerdo al historiador Nigel West, reportó que carecía de combustible para regresar a la flota, lo cual es bastante extraño para una operación que había planificado cada mínimo detalle. 

La coincidencia con los hechos resulta llamativa. Ese mismo día, el helicóptero HC-4V piloteado por Richard Hutchings informó un incidente en el mismo sitio. De acuerdo al historiador Nigel West, reportó que carecía de combustible para regresar a la flota, lo cual es bastante extraño para una operación que había planificado cada mínimo detalle. 

Según el relato británico, Hutchings y los otros dos tripulantes se dirigieron caminando hacia al oeste y perdieron el rumbo. Fueron localizados seis días después en la localidad de Parrillar a veinte kilómetros del sitio del accidente. Hasta allí llegó un helicóptero militar y en cuestión de horas viajaban vestidos de civil en un vuelo de Lan Chile que se dirigía a Londres. El Sea King destruido quedó como evidencia por un rato, hasta que llegaron unas maquinarias viales que comenzó a enterrarlo. Quiso la casualidad que el periodista del diario Clarín Oscar Fernández Real fuera alertado del incidente y sacara unas fotos del siniestro antes de que fuese ocultado. El 20 de abril, las fotos salieron en el diario y el gobierno argentino le hizo saber a sus pares chilenos que estaban a un paso de una guerra a dos frentes.  




Muertos en circunstancias confusas 
El segundo helicóptero que habría participado de la incursión se accidentó también en circunstancias borrosas. Según los reportes británicos, el otro Sea King HC 4VC se perdió en un accidente ocurrido también el 18 de mayo. En la versión oficial, se precipitó al mar durante un vuelo nocturno, probablemente por la entrada de un albatros en el motor. En la caída murieron los tres tripulantes y 18 comandos del SAS.   

Los albatros no tienen hábitos nocturnos y tampoco suelen viajar hasta distancias alejadas de la costa como la que se reportó como sitio del accidente.  
Para algunos autores argentinos, aquel accidente sirvió para esconder la posible pérdida de fuerzas especiales en alguna incursión a las bases en el continente. Y como prueba, ofrecen el testimonio de varios conscriptos que afirman haber presenciado algún combate o la existencia de restos de soldados enemigos mientras prestaban servicio en bases de la Patagonia argentina. Oficialmente, ninguna de las fuerzas argentinas reportó un incidente de estas características. En consecuencia, pese a la insistencia de los testigos, oficialmente no hubo ningún combate contra tropas en la Patagonia. 

Los únicos indicios firmes, además de los testimonios, es un reporte del ARA Bouchard que el 18 de mayo también informó haber disparado contra blancos no identificados cerca de la costa de Río Grande y los reportes de prensa que indican el hallazgo de tres botes neumáticos abandonados en la zona. Al menos dos veteranos que prestaron servicio en Rio Grande indicaron bajo reserva de su identidad un incidente similar en una fecha coincidente.  

Si se animaron a hablar Antonio González y Claudio Barcos, dos ex conscriptos que prestaban servicio en la base cercana a Comodoro Rivadavia. Afirman que el 21 de mayo protagonizaron un tiroteo con una docena de ingleses en la cabecera de la pista que usaban los aviones de la Fuerza Aérea Argentina para atacar a la Task Force. Explican que no hablaron antes por una orden dada en su momento para silenciar el suceso. “Nos estuvieron dando manija durante horas, Acá no pasó nada, ustedes no vieron nada, acá no hubo disparos... Con toda esa presión que ejercieron sobre nosotros, qué íbamos a hablar, éramos pibes de 18 o 19 años”, explicó Barcos al diario El Patagónico en una nota publicada en 2017.  

Resultado de imagen para operacion mikadoUn nuevo reporte oficial, informa de la partida de un par de aviones IA58 Pucará el 23 de mayo para explorar una zona en la que se un radar situado en Santa Cruz detectó dos blancos a 62 millas acercándose desde el mar. 

Y la pista también tiene su parte judicial. Existe una causa en la que se investiga le existencia de cuerpos de soldados británicos enterrados en tumbas en territorio argentino. El fiscal federal de Río Grande Marcelo Rapoport recibió un pedido para remover un grupo de tumbas de NN que, según el subcomisario Randazzo y un grupo de ex conscriptos, podrían encontrarse los restos de los comandos británicos que cayeron en Argentina durante la guerra de 1982. Aunque una primera denuncia dio resultados negativos, nuevas presentaciones revivieron la idea que aquellos soldados que murieron en la Argentina continental.  

Curiosamente, Hutchings, Courtenay Bennet e Imrie recibieron las más altas condecoraciones tras la guerra, pese a su aparente fracaso. Y los cuerpos de los comandos caídos en el segundo accidente nunca se recuperaron.  
En perspectiva, la operación Mikado era una idea fantástica, pero de concreción casi imposible. Quizás aquel fracaso salvó a Gran Bretaña de una reacción de otros países latinoamericanos y a Chile de una confrontación.  

Aún queda esperar a que se desclasifiquen los archivos de ambos bandos para saber qué sucedió realmente y si algunos de los movilizados en las bases de la Patagonia son realmente veteranos de guerra. Porque algo hermético se esconde entre tantos relatos sobre un helicóptero derribado por un albatros, conscriptos que se animan a decir que dispararon contra soldados enemigos en el continente y un operativo montado desde Ascensión y Chile que hasta los propios británicos reconocen haber organizado. 
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Comentarios

  1. No tenía idea que Mikado pretendía ser una operación clásica del SAS, con jeeps atacando aeródromos. Pensaba que sólo era la instalación de un puesto de observación avanzado y no mucho más.

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